La mayoría de las palabras de un idioma, en nuestro caso el castellano, proceden de la lengua madre, el latín en nuestro caso; es por eso que muchas de las palabras de las lenguas romances (que son las que vienen del latín) como el castellano, el catalán, el gallego o el francés se parecen.
Estas son las que llamamos «palabras patrimoniales», las que forman el sustrato de un idioma y a las que se añaden palabras nuevas como los extranjerismos (boutique), los préstamos (extranjerismos adaptados como fútbol) y las siglas (ONG) y acrónimos para formar el léxico de un idioma.
La base de cualquier idioma son las palabras patrimoniales, y parece que solo los que estudian latín conocen la evolución que han sufrido estas palabras en el paso de un idioma a otro.
Para muchos no tiene importancia conocer de dónde viene algo, pero además de por curiosidad, hay veces que podemos comprender qué significa algún vocablo si conocemos su origen y su evolución. Hay que tener en cuenta también que hay letras que no cambian y que son las que nos permiten averiguar de qué palabra procede otra.
Las reglas más importantes que siguen las palabras en su evolución del latín al castellano, atendiendo especialmente a las vocales, son:
- «-m» final de acusativo desaparece (portam = puerta)
- «o» si es breve y tónica diptonga en –ue (portam = puerta)
- «e» si es breve y tónica diptonga en –ie (servum = siervo)
- «u» final y breve tónica se convierte en –o (servum = siervo)(iuvenem = joven)
- «i» breve y tónica pasa a –e (cibum = cebo)
- la vocal postónica breve desaparece (diabolum = diablo)
- «ae» se convierte en –e (paeninsulam = península) aunque si está acentuada en –ie (caelum = cielo)
- «au» pasa a –o (causam = cosa)
- «oe» se convierte en –e (poenam = pena)
- «e» final del infinitivo se pierde (pausare = posar)
Como podéis ver hay muchas palabras que han derivado en unas aunque también se parecen a otras, es lo que llamamos «dobletes», que explicaremos otro día. Igual que para otro día dejamos las reglas de las consonantes.